La vorágine de nuestro día a día, cada vez más intenso, complejo, volátil, impredecible y ambiguo –tanto en el ámbito personal como en el profesional–, nos ha hecho olvidar que hubo un tiempo en el que fuimos totalmente dependientes.
Dependientes, pero, en condiciones normales, ni desprotegidos ni expuestos a ningún peligro evidente. Y todo ello gracias a que durante tus primeros años de vida fuiste el centro de atención de tu madre, esa persona que te llevó a lo largo de nueve meses de constantes vaivenes hormonales en su vientre y que, tras tu nacimiento –y junto a tu padre–, te entregó todo para que llegaras a ser la persona en la que te has convertido.
Es imposible que lo recuerdes, pero, con total seguridad, tu madre vivió a tu lado numerosas noches en vela –o en las que durmió muy poco–, pendiente de que no te faltara sustento alimenticio ni comodidad en aquel periodo en el que acudir al cuarto de baño por iniciativa propia parecía tan sólo una lejana utopía.
Noches en las que el agotamiento extremo no tuvo más remedio que sucumbir ante el amor que brotaba de todos los poros de la piel de tu madre, ese amor puro, conquistado a cambio de nada, porque nada reclama una madre, que sólo puede venir de la persona que te dio la vida.
Noches que quedaron atrás a medida que fuiste quemando etapas tras dormir toda la noche ‘del tirón’; cuando comenzaste a gatear y, posteriormente, diste tus emocionantes primeros pasos; cuando iniciaste tu formación académica y, cómo no, cuando la concluiste; y en el momento en el que iniciaste tu trayectoria profesional.
Siempre estuvo allí tu madre. Lo sabes. Cada vez más lejos, aunque deseara lo contrario, para que tú crecieras, te formaras y te desarrollaras. Pero en todo momento atenta, por si surgía la necesidad, y con el deseo más fulgurante de ver tu mejor versión: aquella en la que eres más feliz.
Porque, al final, eso es lo que quiere una madre: ver a sus hijos y a sus hijas felices. Y es en este punto dónde surge una pregunta que, con demasiada frecuencia, eludimos: ¿no queremos los hijos e hijas lo mismo para nuestra madre? La respuesta no admite dudas: por supuesto que sí.
Pero, en el caso de una madre, esa pretensión debería ser siempre algo ‘tangible’. Y no se trata de inundarla de regalos. Seguro que ella valora mucho más gestos menos costosos, pero mucho más auténticos como un beso, un ‘te quiero’, un abrazo casi eterno o, incluso, si no puedes conceder todo esto de inmediato, un mensaje de Whatsapp en el que le dices ‘te echo de menos’ o, como relataba aquella canción de Amaral, ‘sin ti no soy nada’.
Regalos sostenibles
En cualquier caso, seguro que tu madre aprecia un bonito detalle en una jornada especial como la de este domingo, en la que todos conmemoramos formalmente el Día de la Madre, aunque en realidad lo celebremos casi a diario con gestos que, erróneamente, hemos interpretado como más simples.
Desde Soziable, queremos proponerte, precisamente, algunas ideas para que puedas entregar a tu madre –tras un beso, un abrazo y un ‘te quiero’– ese detalle que no sólo le sacará una sonrisa a ella, sino que, además, tendrá en cuenta, como todo regalo sostenible, el cuidado de nuestro planeta.
No te pierdas estas ideas y escoge aquella que mejor encaje con la personalidad de tu madre o la que consideres que más le podría gustar:
- Plantas o árboles. Un buen regalo para tu madre puede ser una planta de interior o un árbol para plantar, si es que cuenta con uno, en el jardín. De este modo, contribuirás al medioambiente y, además, tu regalo crecerá con el tiempo.
- Regalos hechos a mano. Si se te dan bien las manualidades, no estaría mal que sorprendieras a tu madre con un detalle hecho por ti mismo. Puede ser, por ejemplo, una foto en un marco en la que aparezcáis los dos, un álbum de fotos con vuestros mejores momentos o una manualidad creada por ti.
- Productos de belleza naturales. El cuidado de nuestra piel es, a día de hoy, casi una obligación. Y seguro que tu madre también se cuida. Por ello, te proponemos buscar productos de belleza hechos con ingredientes naturales y envases sostenibles. En este caso, puedes encontrar cremas, aceites y otros productos que cuiden la piel de manera consciente.
- Cena casera. “No hay nada mejor que la comida que prepara ‘mamá’”. Seguro que tú también has dicho o pensado esto. Pues ha llegado el momento de que trates de estar a la altura. Aunque sabes que será imposible, tu madre valorará mucho, como ha hecho siempre, tu esfuerzo. Por ello, cocina una deliciosa cena en casa y utiliza ingredientes locales y orgánicos para preparar una comida especial.
- Bolsa reutilizable. Las bolsas de plástico, tarde o temprano, quedarán en el olvido. El futuro son las bolsas de tela reutilizable. Regala una a tu madre; es práctica y ayuda a reducir el uso de bolsas de plástico desechables. Además, puedes escoger un diseño personalizado que encaje con los gustos de tu madre.
- Kit de cultivo de hierbas. Seguro que, además de agradecerlo, a tu madre le será de utilidad un regalo sostenible como éste. En este caso, puedes incluir un kit con semillas de hierbas aromáticas como albahaca, cilantro o menta, que pueden cultivarse en casa y que, posteriormente, se pueden utilizar en diferentes recetas de cocina.
- Libro sobre sostenibilidad. ¿Le apasiona la lectura a tu madre? Una buena idea, si es así, tal vez sea un libro relacionado con la sostenibilidad, la naturaleza o el cuidado del medioambiente, algo que podría llegar a ser una fuente de inspiración y conocimiento.
- Velas de cera de abeja. Las velas hechas de cera de abeja son una opción ecológica y natural y, además, proporcionan una luz cálida y acogedora.
- Taza de viaje reutilizable. Si a tu madre le gusta el café o el té, una taza de viaje reutilizable es un regalo práctico y sostenible.
- Experiencia al aire libre. ¿Le encanta a tu madre pasear y disfrutar de la naturaleza? Tal vez podrías organizar una caminata, un picnic o una visita a un parque natural. No olvides que pasar tiempo al aire libre es beneficioso para la salud y el bienestar.
Puede que pienses que, a lo largo de tu vida, son muchos los regalos que te ha entregado tu madre. Y que, por ello, consideres preciso devolverle parte de lo que te dio con otro regalo. La idea no está nada mal, sin duda. Y es que un regalo, como cualquiera de los que te hemos presentado, seguro que le arranca una sonrisa sincera que adornará durante un buen rato su semblante. Pero lo que en verdad le dará una sensación de felicidad más duradera –ni más ni menos que la que se merece– es que, algún día, comprendas que el mejor regalo de tu vida es, por supuesto, tu madre.