
Cada conducta, patrón o costumbre presente en nuestro día a día laboral forma parte de la cultura. Trabajar en casa o ir a la oficina. Organizar una reunión de equipo por Teams o viajar en avión para unir a la red comercial. Instalar un vending de bebidas y snacks o incentivar el uso de envases reutilizables. Estos hábitos, omnipresentes en las rutinas del equipo, tienen un impacto multiplicador. Y en la definición de todos ellos están los valores de empresa.
Los valores que nos mueven
No es nada nuevo decir que la situación climática actual es muy delicada: olas de calor extremo, pérdida de biodiversidad, inseguridad alimentaria, desplazamientos forzados, etc. Estamos ante una crisis sin precedentes. Y las empresas están en el centro del sistema que está llevando esta situación al límite, esta es la realidad. Si bien es cierto que muchas organizaciones han comenzado a tomar medidas —reducción de emisiones, eficiencia energética, economía circular—, sin un cambio profundo no son insuficientes. Aquí es donde entran en juego las creencias y valores de empresa.
¿Negocio y sostenibilidad?
La creencia de que “sostenibilidad y negocio están reñidos” todavía está muy arraigada en nuestra sociedad y sirve de guía a gran parte de las empresas. Esta narrativa justifica la inacción, frena inversiones estratégicas y prima la toma de decisiones cortoplacistas que sacrifican el mañana por los beneficios del trimestre. Pero no por evadir la realidad y desentendernos del problema no lograremos que desaparezca.
La noticia positiva es que la corriente de empresas con propósito crece día tras día. Estas empresas saben que sin planeta no hay empresa, que las empresas del futuro serán sostenibles o no serán. Tienen muy claro que sostenibilidad y negocio van de la mano para quienes quieren prosperar. Movilizadas por esta creencia expansiva, están dispuestas a asumir su responsabilidad y encuentran en su cultura al mejor aliado. Esas empresas conscientes se aseguran de vincular el reconocimiento interno y la pertenencia al respeto medio ambiental.
La creencia de que “sostenibilidad y negocio están reñidos” justifica la inacción, frena inversiones estratégicas y prima la toma de decisiones cortoplacistas
Al sentir que el compromiso con el clima cuenta es reconocido y tiene un valor, deja de ser una carga para convertirse en parte de la identidad de cada una de las personas de la empresa. Cuando este compromiso se valida, se celebra y se integra en los procesos y rutinas, se genera la transformación. A modo de ejemplo, en Uttopy ayudamos a estas empresas conscientes en la activación de sus equipos, afianzando sus creencias expansivas, e incitándoles a abrazar pequeños compromisos que, repetidos día a día, generan un gran impacto.
La transformación cultural es todo un proceso, no se consigue de un día para otro. Pero eso no significa que sea complejo. El secreto para alcanzarla es comprometerse con la acción. Las empresas que la impulsan cuentan con el apoyo de la dirección, que asume un papel ejemplarizante. Organizan formaciones transformadoras para sensibilizar y empoderar a los equipos. Impulsan planes de activación, reforzando los mensajes con una comunicación interna coherente. Incorporan KPIs de sostenibilidad a sus conversaciones y métricas. La clave está en acompañarlas en el camino y ayudarlas a hacerlo de forma atractiva y fácil.
El círculo virtuoso
El impacto que estas empresas conscientes generan es doble. Por un lado, contribuyen directamente a frenar la crisis climática a través de su operativa y proyectos. Y por otro, la transformación que viven las personas de sus equipos llega a los hogares, a sus círculos sociales, a su manera de consumir y comprar. Rebasa los límites de la empresa para impactar indirectamente en toda la sociedad.
Los beneficios para la empresa, además, son claros. Más allá del orgullo que supone ser parte del cambio, logran un equipo más comprometido, una marca más atractiva para el talento joven, una reputación más sólida, y una mayor capacidad de adaptación a los nuevos marcos regulatorios y sociales. Se posicionan mejor para el futuro que ya ha llegado.
Conclusión
El reloj de la Agenda 2030 avanza y el reto es cada vez mayor. La crisis climática, la escasez de recursos y la creciente desigualdad son realidades presentes que afectan al negocio, al talento y a la reputación de las propias organizaciones.
En un sistema capitalista como el que vivimos, el rol de las empresas es clave para transformar esta realidad. Y la cultura corporativa esencial para conseguirlo. Lo ilusionante, además, es que dota a la empresa de un intangible cuyo valor es incuantificable.