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Annie Omojola, analista de investigación de fondos en MainStreet Partners

Biocombustibles y SAF: aliados clave en una transición energética sin atajos

Cuando hablamos de descarbonización, lo primero que suele venirnos a la cabeza es la electrificación. Y aunque ese camino es, sin duda, crucial, no es el único. Hay sectores —como el transporte aéreo o marítimo— donde la conexión eléctrica no es una opción viable, ni lo será a corto plazo. En estos casos, los biocombustibles y los combustibles sostenibles para la aviación (SAF) se alzan como herramientas indispensables. No son una alternativa, sino un complemento absolutamente necesario.

Annie Omojola, analista de investigación de fondos en MainStreet Partners.
Annie Omojola, analista de investigación de fondos en MainStreet Partners.

Estos combustibles permiten reducir de forma significativa las emisiones —hasta un 80% en el caso de los SAF— y lo más importante es que pueden utilizarse en la infraestructura actual sin necesidad de grandes modificaciones. Esa compatibilidad es, precisamente, lo que los convierte en una solución tan realista para industrias que son difíciles de electrificar.

En MainStreet Partners, llevamos tiempo analizando su impacto potencial, tanto desde el punto de vista medioambiental como desde la inversión sostenible. Los biocombustibles de segunda generación son especialmente relevantes, ya que se fabrican a partir de residuos o de materias que no están destinadas a la alimentación. A diferencia de los de primera generación, que pueden competir con cultivos alimentarios, esta nueva categoría mejora de forma considerable su perfil de sostenibilidad.

Ahora bien, su desarrollo todavía se enfrenta a barreras importantes: los costes siguen siendo elevados, la producción es limitada y el marco regulatorio no es uniforme en todas partes. A pesar de ello, se empiezan a ver señales claras de cambio. Las nuevas políticas públicas, como el paquete europeo Fit for 55 o la Inflation Reduction Act en Estados Unidos, están sentando las bases necesarias para que estas soluciones puedan escalar.

Aunque el interés por los activos sostenibles no deja de crecer, la inversión climática necesita materializarse en proyectos tangibles

Y es aquí donde la inversión juega un papel fundamental. Aunque el interés por los activos sostenibles no deja de crecer, la inversión climática necesita materializarse en proyectos tangibles. Los SAF y los biocombustibles son precisamente eso. Son tecnologías maduras, con la capacidad de implementarse rápidamente y con un impacto directo en la reducción de emisiones. Eso sí, para que el capital fluya con total confianza, es crucial evaluar con rigor el origen de las materias primas, la estabilidad de los precios y la capacidad real de producción.

El debate sobre cómo avanzar hacia una economía baja en carbono ya no es una cuestión teórica. Estamos en una fase donde las decisiones que tomemos importan de verdad. Los biocombustibles y los SAF no son la solución definitiva, pero sí representan un paso firme en la dirección correcta. Especialmente en sectores que, por sus propias características, no pueden permitirse esperar a que la electrificación lo abarque todo.

El cambio climático nos exige rapidez, pero también realismo. Y en esa ecuación, contar con herramientas que sean efectivas, viables y que estén disponibles marca una gran diferencia. Apostar por estas soluciones no es solo una cuestión tecnológica; es una manera concreta de avanzar sin dejar a ningún sector atrás.

Porque, al final, cambiar no es un salto al vacío. Es una transición. Y para que sea exitosa, necesita todas las palancas posibles.