
Según el estudio El maltrato y la exposición a violencia familiar, el tipo de violencia más frecuente hacia los adolescentes por parte de sus progenitores o figuras cuidadoras es la psicológica, es decir, sentir miedo o un grave malestar por los gritos, humillaciones o amenazas recibidos, que aseguran haber sufrido cerca de 2 de cada 10 chicos y chicas (16,9% de los encuestados). En segundo lugar, identifican la violencia física -golpes, patadas u otros daños físicos-, que afectaría a cerca de 1 de cada 10 (7%).
“En España, hasta ahora, solo contábamos con estadísticas oficiales, que reflejan únicamente los casos conocidos por las autoridades. Sin embargo, estas cifras representan tan solo una pequeña fracción de la realidad, ya que gran parte del maltrato no se denuncia, existiendo una enorme cifra oculta”, ha asegurado Noemí Pereda, investigadora de la UB y autora del informe.
Pereda añade que “tener la oportunidad de preguntar directamente a los y las jóvenes de nuestro país sobre sus experiencias de violencia nos permite visibilizar un problema dentro de las familias españolas que resulta ser mucho más frecuente de lo que imaginamos y que supera lo observado en otros países europeos”.
Diferencia, por sexos
En general, las experiencias de victimización son más prevalentes entre las chicas, que presentaron el doble de riesgo de sufrir violencia directa por parte de las figuras cuidadoras, más del doble de probabilidad de estar expuestas a violencia en el núcleo familiar y casi tres veces más riesgo de exposición a violencia física entre progenitores. Esto puede deberse a su mayor percepción de la gravedad de estas conductas. Además, la orientación sexual y el grupo étnico son factores que pueden multiplicar, en ocasiones hasta por cuatro, las posibilidades de sufrir violencia en el ámbito familiar.
Como queda evidenciado en anteriores investigaciones, el maltrato psicológico tiene un mayor impacto en la salud mental y bienestar de las chicas, mientras que hay una fuerte vinculación entre maltrato físico y trastornos depresivos sin grandes diferencias entre ambos sexos. Estas consecuencias nos deben poner en alerta si se quiere prevenir la violencia y atender a sus efectos en los niños, niñas y adolescentes.
“La mayoría de las situaciones de violencia contra la infancia y la adolescencia suceden en los entornos cotidianos de su vida, y frecuentemente a manos de las figuras que deberían protegerles y cuidarles”, asegura Lara Contreras, directora de Influencia, Programas y Alianzas de UNICEF España. “Ninguna forma de violencia contra niños, niñas y adolescentes es tolerable, y tener que atender a una víctima es haber llegado tarde. La violencia es prevenible, pero para ello hay que saber actuar cuando se detecta una posible situación de desprotección de un niño, niña o adolescente, porque las secuelas psicológicas pueden afectar durante toda una vida”.