El Glosario sobre edadismo de la Fundación “la Caixa” es el resultado de un riguroso proceso de recopilación y selección de palabras y expresiones edadistas facilitadas por participantes del Programa de Personas Mayores de la Fundación “la Caixa” en distintas ciudades de España, así como también a través de la campaña en redes sociales ‘No soy tu abuelo’, lanzada el 15 de junio de 2022 con motivo del Día Mundial de Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez.
De entre las más de 300 palabras y expresiones recogidas se han seleccionado las 45 más representativas. Cada palabra o expresión permite desarrollar una reflexión conceptual sobre el edadismo, subrayando la dignidad de la persona con el fin de plantear una reflexión clara y cercana sobre el edadismo. El glosario se presenta como un recurso útil y práctico para profesionales, instituciones, medios de comunicación y la sociedad en general con el objetivo de concienciar sobre el lenguaje edadista y evitar su uso por parte de la sociedad y los profesionales.
Edadismo es un término acuñado por el médico Robert Butler en la década de los sesenta que entró a formar parte del Diccionario de la lengua española en 2022. La psicogerontóloga y experta en psicología del envejecimiento Montse Celdrán, que ha escrito el texto del glosario, explica que “aunque esta discriminación está muy presente hoy en día en diferentes ámbitos sociales, muchas personas aún se sorprenden al oír la palabra”.
El edadismo, explica Celdrán, surge de cómo nos hemos organizado como sociedad en el plano intrageneracional. “Tendemos a dividir nuestros momentos vitales en convivencias de grupos de edades muy similares. Esta organización de la vida se observa, por ejemplo, en la organización clásica de los cursos académicos o, de forma más anecdótica, en cómo nos sentamos en una mesa para una reunión familiar”.
A la manera de relacionarnos hay que añadir además los sentimientos que nos genera el mismo proceso de envejecer. “La pérdida de poder y autoridad que ha sentido la figura de la persona mayor en las últimas décadas, tanto dentro de la familia como en la sociedad en general, no ha ayudado a ver la vejez con sus matices positivos y negativos y, por tanto, su complejidad», asegura.
Grupo más numeroso y heterogéneo
Como señala la escritora Soledad Puértolas en el prólogo del glosario, la nuestra es una sociedad envejecida. “Eso quiere decir, en la práctica, que el grupo de personas de edad avanzada –superior a los 60 años– es cada vez más numeroso”, sostiene.
Además, Puértolas pone de relieve que “en el trato que reciben predomina una actitud marcada por la infantilización, la despersonalización y la deshumanización. La frecuente utilización de diminutivos, la tendencia a generalizar, la falta de respeto por su privacidad o la indiferencia hacia sus juicios y opiniones son expresión de este hecho social que hemos de afrontar y al que tenemos que dar una respuesta apropiada”.
Por otro lado, Pilar Ruiz-Va Palacios, profesora de filología de la UNED jubilada desde hace cinco años y usuaria de un centro de personas mayores de la Fundación ”la Caixa”, afirma con rotundidad que “tener respeto por los mayores es tenerlos en cuenta”. Asimismo, recalca “los mayores tenemos gran interés por seguir siendo útiles, aprender y expresar nuestra creatividad. Nos hacemos mayores, pero no tontos. Aún podemos lograr grandes cosas’.
El lenguaje y la palabra
Un lenguaje edadista, según Celdrán, es aquel que refleja los estereotipos hacia las personas mayores, muestra los sentimientos negativos hacia la vejez o consigue una reacción conductual negativa hacia la persona mayor. “Por ejemplo, si una persona mayor nos dice que le duele mucho la rodilla y nuestra respuesta es ‘son cosas de la edad’, estamos quitando importancia a una situación que ella quiere compartir en ese momento con nosotros”, explica.
El lenguaje configura nuestra realidad y nos limita. Conceptos como jubilado, viejo o abuelo nos determinan. Expresiones como “son como niños” o “son cosas de la edad” nos transforman. “Es una trampa perfecta”, señala Celdrán. Además, añade que “no sabes cómo, pero un día te encuentras diciendo lo que para mí es un primer signo de autoedadismo: ‘Yo ya soy mayor para…’. Y sin darte cuenta comienzas a asumir aquello negativo que se espera de ti por tener una edad determinada. Es lo que en las investigaciones llamamos ser la encarnación del estereotipo, con el añadido de la sensación de la profecía: ‘No puedes hacer nada para no caer en la vejez¡, de nuevo destacando sólo aquello negativo que puede comportar ser mayor”.
Otras personas, añade la psicogerontóloga, proclaman que ellos no son mayores y luchan para alejarse de todos los estereotipos. “El ‘problema’ es que sí lo son y eso les dificulta entender y prepararse para una posible vejez en dependencia”, señala. En este caso, el positivismo tampoco ayuda demasiado porque “edulcora la vivencia”.
Cómo combatir el edadismo
No existen remedios mágicos para el edadismo. Sin embargo, incide Celdrán, se puede intentar evitar fórmulas que engloben a las personas dentro de un segmento de edad determinado, como “los mayores sois…” o “a tu edad…”. En cuanto a los diminutivos, forman “parte de la historia afectiva de ambos interlocutores” y, en ese caso, hay que tener en cuenta “cómo se siente la persona mayor ante dicha expresión”.
Recordar que se trata de un grupo heterogéneo, saber escuchar lo que quiere la persona mayor, respetar su ritmo de decisión y de vida o trabajar la mirada sobre nuestro proceso de vejez son otras de las recomendaciones que apunta esta experta. “Necesitamos también organismos, empresas, entidades, etc., que incorporen la perspectiva de edad en su misión y valores, que puedan organizar sus actividades entendiendo que sus usuarios se harán mayores y que sus necesidades van a ir cambiando”, advierte.
En cualquier caso, indica, “la mejor forma de romper estereotipos es a través del contacto directo, de observar que jóvenes y mayores tienen necesidades comunes y que pueden aprender unos de otros. Todos ellos pueden sentir que la generación intermedia no los escucha lo suficiente o que no se les tiene tanto en cuenta a la hora de tomar decisiones”.
Para Puértolas, “el envejecimiento de la sociedad no debe llevar a una degradación del trato que los seres humanos se dan unos a otros. Como sociedad, estamos obligados a defender, en toda ocasión, la dignidad de la persona. Y como individuos también tenemos ese compromiso”.