La juventud, junto con los trabajadores temporales y los de baja cualificación, son quienes más sufrieron el cese de actividad como consecuencia de la crisis de la COVID-19. Esto, sumado a la inercia en las altas tasas de desempleo juvenil, hacen que este segmento de la población sea especialmente vulnerable ante la precariedad, la temporalidad y el difícil acceso al mercado laboral. De hecho, la tasa de paro en España se sitúa en el 12,48% y asciende al 27,9% entre los menores de 25 años, según la última Encuesta de Población Activa (EPA).
Según informa Acción contra el Hambre, desde el año 2019, el número de jóvenes que se interesan por sus programas de empleo es cada vez mayor. En este sentido, la ONG desarrolla un programa piloto en Castellón, denominado la ‘Escuela de Segunda Oportunidad’, para potenciar su retorno al sistema educativo.
Así, de las personas que participan en estos programas de empleo, el 25% son menores de 30 años y, de este 25%, el 61% son mujeres, siendo jóvenes que ni estudian ni trabajan y con inscripción en el sistema de garantía juvenil. Además, el 56% de estas personas contaban con educación superior, el 23% con educación secundaria, el 10% con educación primaria y el 9% con ciclos formativos básico o medio.
Las motivaciones del emprendimiento juvenil
En este contexto, una de las salidas ante la falta de expectativas laborales es el emprendimiento. De hecho, los jóvenes cuentan con dos principales motivaciones a la hora de lanzar sus propios negocios: por un lado, huir de la precariedad laboral, el desempleo y la falta de desarrollo profesional y, por otro, promover un cambio social, principalmente apoyando la economía circular con proyectos sostenibles e impulsando este modelo de producción y consumo que implica reciclar, reducir y reutilizar.
Además, tal y como afirma la ONG, de los emprendimientos que han contado con el apoyo de Acción contra el Hambre en los últimos años, una gran parte de ellos muestran sensibilidad hacia la sostenibilidad y el cuidado del medio ambiente.
En palabras de Ana Alarcón, gestora de programas de emprendimiento de Acción contra el Hambre, “los jóvenes tienen especial interés en el cuidado del medioambiente, el feminismo, el buen trato animal o la lucha contra la violencia en todos los ámbitos a la hora de crear sus propios negocios”.
Con los 'Itinerarios de Emprendimiento Juvenil', que comenzaron en enero de 2019 y finalizaron el pasado mes de julio, Acción contra el Hambre apoya el emprendimiento juvenil en siete comunidades autónomas (Extremadura, Madrid, Navarra, Andalucía, Cataluña, Comunidad Valenciana y Murcia).
A través de estos, la juventud puede formarse en la realización de planes de negocio o en distintas competencias y actividades como maratones de negocios. Además, la ONG presta apoyo financiero a algunas ideas de negocio y orientación sobre acceso a crédito gracias a alianzas con entidades de microfinanciación. Todo ello gracias a la financiación del Fondo Social Europeo, así como administraciones públicas y entidades privadas, entre otros.
Según añade Ana Alarcón, el miedo al fracaso o la falta de recursos son algunas de las barreras que se encuentra la juventud a la hora de emprender, por lo que todavía “tenemos mucho margen de mejora para facilitarles todo el apoyo que necesitan a la hora de abrir un negocio”.
A pesar de estos obstáculos, son muchos los jóvenes en nuestro país que se lanzan a abrir sus negocios, con vistas a los factores positivos que esto ofrece: libertad de horarios, el teletrabajo y la flexibilidad. Muchos son los pequeños emprendimientos que durante estos años han visto la luz. Negocios de cosmética natural y joyería cerámica artesanal, de ropa de segunda mano, de instalaciones solares para autoconsumo, de posos de café para transformarlos en productos para el sector cosmético, nutracéutico y alimentario o proyectos de slow fashion son otros de los ejemplos de emprendimiento sostenible que Acción contra el Hambre ha ayudado a hacer realidad.