La investigación pone de relieve el deterioro de las condiciones laborales de los jóvenes en España en la última década, subrayando la heterogeneidad del colectivo juvenil, en el que coexisten distintas realidades.
Así, apunta que ni la tasa de paro juvenil (23,8%) ni la temporalidad de los contratos (56%) se han recuperado de la crisis desencadenada en 2008. Preocupa, además, el aumento de contratos con una jornada de trabajo a tiempo parcial involuntaria (53,4%).
Durante la década analizada, el empleo juvenil ha experimentado un aumento de la temporalidad (que afecta al 56% del total), de la parcialidad involuntaria (53,4%) y de los bajos salarios. Para el 50% de los jóvenes menores de 30 años, sus salarios no alcanzan, en el cómputo anual, el salario mínimo interprofesional.
Más aún, las mujeres menores de 30 años, a pesar de su mayor participación en la formación superior, continúan ocupando puestos de trabajo peor remunerados y con mayor tasa de temporalidad que los hombres, lo que perpetúa las desigualdades de género.
Aunque el estudio constata que la formación superior es uno de los elementos clave que permite a los jóvenes mejorar su situación profesional e incrementar sus retribuciones, en 2018, los salarios del 50% de los titulados universitarios con empleo no llegaban a ser ni de mileurista.
Peor para inmigrantes y mujeres
Un panorama que aún es peor en lo que se refiere a las personas trabajadoras de origen inmigrante, que afrontan una situación más precaria que las de aquellas de nacionalidad española. En 2018, en España, el 50% de las mujeres de nacionalidad no europea cotizaron a la Seguridad Social menos de seis meses.
Mientras tanto, la brecha salarial por sexo se perpetúa a lo largo del tiempo, puesto que las mujeres siguen recibiendo salarios más bajos que los hombres. En 2018, la diferencia salarial se situaba en el 17%. Entre los años 2008 y 2019, el número de contratos indefinidos formalizados por las mujeres menores de 30 años se redujo en un 22% y, al mismo tiempo, el peso de la contratación temporal de dicho colectivo sobre el total pasó del 88,4% al 91,5%.
El empleo juvenil sufre peores condiciones laborales que las que afrontaron generaciones anteriores.
El estudio destacado por el Observatorio Social de la Fundación 'La Caixa' constata que con la reforma laboral iniciada en el 2012 se consolidó un modelo de empleo juvenil precario, que sitúa actualmente a las personas jóvenes en peores condiciones que las que afrontaron generaciones anteriores.
“Los jóvenes de hoy en día perciben, en general, salarios más bajos que los de sus antecesores y la duración de sus contratos laborales suele ser también menor”, explican los autores.
Esta situación supone que los jóvenes se sitúen en un punto de partida de mayor vulnerabilidad ante el contexto de crisis derivado de la COVID-19.