La innovación digital está redefiniendo los modelos de cooperación internacional, no solo como herramienta técnica, sino como motor de cambio social. Esta fue la idea central que guio el reciente encuentro impulsado por la Fundación ”la Caixa” en colaboración con la UNESCO, donde expertos de distintos países reflexionaron sobre cómo las tecnologías emergentes pueden contribuir a una cooperación al desarrollo más transformadora. El debate giró en torno a la necesidad de repensar los ecosistemas tecnológicos desde una perspectiva ética, inclusiva y horizontal, situando a las personas en el centro de las decisiones.
José Moisés Martín Carretero, economista y director general del Centro para el Desarrollo Tecnológico y la Innovación (CDTI), subrayó que la innovación tecnológica debe entenderse como parte del desarrollo social, tal como recoge la Agenda 2030 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
En su intervención, defendió que la digitalización debe empoderar a las comunidades y fortalecer sus capacidades humanas, alejándose de modelos verticales como el de Silicon Valley, que según él, ya no representan una vía efectiva de innovación. En su lugar, propuso reinventar los ecosistemas tecnológicos desde las necesidades locales, fomentando vínculos humanos y estructuras colaborativas.
Los expertos creen que la digitalización debe empoderar a las comunidades y fortalecer sus capacidades humanas, alejándose de modelos verticales como el de Silicon Valley
La mesa de diálogo, moderada por Gorka Espiau, director científico del programa Work4Progress (W4P), reunió a Kasia Odrozek, de la UNESCO; Shrashtant Patara, director ejecutivo de Development Alternatives (India); y el propio Martín. El objetivo fue explorar enfoques éticos y colaborativos para afrontar los retos del desarrollo global desde la transformación digital.
Odrozek abordó el papel ambivalente de la Inteligencia Artificial (IA), que puede ser una herramienta poderosa en cooperación internacional, pero también plantea riesgos si se convierte en un instrumento de negocio sin regulación. Para ella, proteger la cultura y la creatividad en el uso de la IA es esencial, y coincidió en que las conexiones humanas deben estar en el centro.
Desde la experiencia local, Patara compartió cómo la tecnología ha generado esperanza en regiones como Uttar Pradesh, donde procesos de etiquetado y empaquetado han permitido a comunidades locales competir con grandes marcas. Defendió un modelo de trabajo horizontal, en el que entre 10 y 20 actores clave interactúan en comunidad, alejándose de las estructuras verticales que priorizan el beneficio económico sobre el valor social. Martín reforzó esta idea al señalar que muchas grandes compañías no generan valor, sino que lo capturan, ocultando los impactos negativos de sus modelos de negocio.
En cuanto a las herramientas digitales aplicables a la cooperación, Odrozek destacó la importancia de pensar en soluciones adaptadas a contextos específicos, como el agrícola o el sanitario. Citó como ejemplo la plataforma Common Voice, de software libre, que permite a las comunidades crear sus propios conjuntos de datos de habla y texto.
Patara añadió que tecnologías como los drones pueden facilitar el desarrollo de prototipos locales, mientras que Martín insistió en que los ecosistemas deben funcionar como espacios de equilibrio dinámico entre actores diversos. Además, señaló que las entidades financiadoras deben asumir riesgos y apostar por programas más experimentales.
