
Desde la Federación Profesional del Taxi de Madrid (FPTM), asociación a la que pertenecían parte de los taxistas participantes en el convoy, han agradecido a Mensajeros de la Paz y al Padre Ángel su colaboración en todo el proceso “para hacer posible que hayamos podido aportar nuestro granito de arena en este conflicto inhumano que tantas vidas se está llevando por delante, y sin los que no hubiese sido posible realizar esta travesía que va a ofrecer una nueva oportunidad a estas personas”, ha subrayado el presidente de la FPTM, Julio Sanz.
Sanz también ha querido agradecer la colaboración prestada por el Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, “pendientes en todo momento del proceso y del traslado de los refugiados, así como a los compañeros del sector, empresas y particulares, volcados en todo momento con la iniciativa y ofreciendo material humanitario para el viaje”, ha añadido Sanz.
En principio, resulta sorprendente el éxito de ‘Taxi sin fronteras’, una iniciativa que surgió de manera casual, entre cafés e imágenes de los informativos de televisión sobre la invasión de Ucrania. Tal y como explica José Miguel Fúnez, portavoz de la FPTM, “estábamos cinco amigos y compañeros del taxi viendo aquellas imágenes y uno de ellos sugirió que podíamos hacer algo. No tardamos ni un segundo en responder que sí”. Al día siguiente, publicaron un post en un grupo del gremio en Facebook solicitando colaboración. Lo que siguió fue una avalancha de solidaridad y apoyo a la iniciativa que no ha dejado de crecer.
En tan solo una semana consiguieron coordinar y gestionar la recaudación de fondos necesaria, así como solventar los trámites burocráticos para alcanzar su objetivo. Finalmente, con los fondos recaudados pudieron formar la flota compuesta por 30 taxis (12 de ellos de alta capacidad con nueve plazas y adaptados para sillas de ruedas) y tres vehículos de apoyo.
El convoy salió de Madrid el pasado viernes, cuando aún seguían recibiendo material de ayuda, “pero no podíamos gestionarlo todo —aclara, Fúnez— porque todo debe ir bien registrado y clasificado, por eso todo el material lo recogimos en el hospital Isabel Zendal. También seguíamos recibiendo llamadas de más conductores que querían participar, pero con los fondos disponibles no pudimos hacer más”.
En total se movilizaron 66 conductores (mujeres y hombres), que se turnaron al volante completando por etapas el viaje de 6.000 kilómetros de ida y vuelta. Estaba previsto que su destino fuese la ciudad de Przemyl, pero la cada vez mayor inseguridad en la frontera polaca hizo que el convoy cambiase de destino varias veces, primero a Cracovia y, finalmente, a Varsovia, adonde llegaron el domingo por la tarde. Por fin pudieron descargar las 20 toneladas de ayuda humanitaria que llevaban consigo y después se dispusieron a esperar durante largas horas, a las puertas de un centro de acogida de refugiados situado en una localidad a 25 kilómetros de Varsovia. Un lugar que Fúnez describe como una especie de “centro comercial en el que se hacinan miles de personas. Todo está militarizado y todas esas familias se encuentran ahí encerradas esperando el momento de poder salir”.
Finalmente, el pasado lunes a mediodía terminaron todos los trámites para alcanzar su segundo objetivo. Pudieron empezar a recoger a los primeros refugiados y alrededor de las 15:15 hora española emprendían el viaje de vuelta.
Dispuestos a repetir con un nuevo convoy
Fúnez explica que “recibíamos muchas llamadas de gente que quiere acoger a los refugiados, pero nosotros no podemos encargarnos de eso. Nos hemos limitado al aspecto logístico y a llevar nuestra documentación, además de un listado de todos conductores y los vehículos, que iban numerados, para que quedase bien registrado quiénes son las personas que traíamos de vuelta y en qué vehículo viajaban. Lo teníamos todo bien previsto".
Respecto a los posibles peligros que podrían surgir en un viaje así, José Miguel Fúnez es tajante: “Si tuviéramos miedo no lo haríamos. Miedo da salir de noche con el taxi. Si piensas con la cabeza, no harías muchas cosas. En estos casos, hay que pensar con el corazón”.
Además, añade que, si todo sale bien y la recaudación sigue incrementándose, harán más viajes. “Esto que hemos hecho es solo un grano de arena, allí hay cientos de miles de personas, que no tienen la culpa de nada, que necesitan ayuda. Por supuesto que repetiremos si conseguimos recaudar más dinero e implicar a más gente que quiera participar”.
De hecho, la recaudación sigue en marcha a través de la web de la FTPM y Fúnez manifiesta que “nos estamos quedando perplejos por la cantidad de donaciones que estamos recibiendo, procedentes de todas partes del mundo. Pero el coste es muy alto. El presupuesto es de entre 1.000 y 1.300 euros por vehículo entre combustible, peajes y manutención”, concluye.