Pasar al contenido principal
Innovación sostenible

Cultivar tomates en el tejado de Madrid (y que salgan mejor que en el campo)

En lo alto de un edificio del centro de Madrid, donde antes solo había grava y antenas, ahora crecen tomates, lechugas y acelgas con una vitalidad sorprendente. No es un jardín decorativo ni una instalación artística: es un experimento científico que ha demostrado que las azoteas pueden ser tan fértiles como el campo. Investigadores del CSIC han desarrollado un sistema de cultivo urbano basado en residuos orgánicos que no solo iguala, sino que en algunos casos supera la productividad de los cultivos tradicionales.

Azotea del ICA-CSIC. @ César Hernández (CSIC).
Azotea del ICA-CSIC. @ César Hernández (CSIC).

En pleno centro de Madrid, sobre varias azoteas crecen tomates Morunos, lechugas y acelgas con una productividad que no solo iguala, sino que en algunos casos supera a la de los cultivos tradicionales en el campo. Lo que parece una escena de ciencia ficción es, en realidad, el resultado de un ambicioso proyecto de investigación que busca transformar los tejados urbanos en espacios fértiles, sostenibles y productivos.

Durante más de tres años, el equipo del ICA-CSIC ha convertido su azotea en un laboratorio vivo dentro del proyecto MadreenRoof, una iniciativa que explora el potencial de la agricultura urbana intensiva en cubiertas verdes. Para ello, han desarrollado sustratos de cultivo a partir de residuos orgánicos como posos de café, cascarillas, algas invasoras y restos de poda, compostados junto con biochar, un subproducto rico en carbono que mejora la estructura del suelo. El objetivo: demostrar que es posible cultivar alimentos en la ciudad de forma eficiente, ecológica y segura.

Los resultados, publicados en la revista Urban Forestry & Urban Greening, son sorprendentes. En el caso del tomate Moruno de Aranjuez, una variedad tradicional de la Comunidad de Madrid, se registró un aumento de hasta un 70 % en la producción respecto a los cultivos en suelo. Además, las hortalizas cultivadas en estos sustratos mostraron una calidad nutricional y organoléptica comparable a la de los productos del campo. “Tras más de cuatro años, tenemos datos suficientes para valorar el potencial de los cultivos en azoteas desde el punto de vista agronómico”, afirma Marco Panettieri, investigador principal del estudio.

En el caso del tomate Moruno de Aranjuez, se registró un aumento de hasta un 70 % en la producción respecto a los cultivos en suelo

Pero este proyecto va mucho más allá de la productividad. También se ha evaluado la capacidad de estos techos verdes para ofrecer servicios ecosistémicos clave: desde el secuestro de carbono y la retención de nutrientes, hasta la mejora de la biodiversidad urbana y la mitigación de inundaciones gracias a su capacidad para retener agua de lluvia. En un contexto de cambio climático y urbanización creciente, estos beneficios son cada vez más relevantes para el diseño de ciudades resilientes.

Análisis de metales pesados y contaminantes

La sostenibilidad del sistema también ha sido objeto de un segundo estudio, aún en revisión, que analiza la presencia de metales pesados y contaminantes en los sustratos, las plantas y el agua de drenaje. Los resultados preliminares indican que las hortalizas cultivadas en estas condiciones son seguras para el consumo humano. “Aunque se detectó un ligero aumento de elementos traza por deposición atmosférica, los niveles están muy por debajo de los límites legales, y un simple lavado de las hortalizas reduce aún más su presencia”, explica Laura Lozano de Sosa Miralles, investigadora del IRNAS-CSIC.

El uso de biochar ha sido clave para mejorar la durabilidad y eficiencia de los sustratos, aumentando su capacidad para retener agua y nutrientes, lo que reduce la necesidad de riego y fertilización. Además, al prescindir de la turba —un recurso natural con alto impacto ambiental—, estos sustratos representan una alternativa ecológica que impulsa la economía circular y la gestión responsable de los residuos urbanos y agroindustriales.

Este modelo de agricultura urbana es aplicable a comunidades de vecinos, centros educativos, empresas y administraciones públicas

Este modelo de agricultura urbana no solo es aplicable a tejados institucionales. Su escalabilidad lo convierte en una solución viable para comunidades de vecinos, centros educativos, empresas y administraciones públicas que deseen aprovechar espacios infrautilizados para producir alimentos, reducir su huella ecológica y contribuir a la autosuficiencia alimentaria local.

En un futuro cercano, los investigadores del CSIC planean ampliar el estudio a otras especies vegetales y evaluar el impacto de estas cubiertas verdes en el confort térmico de los edificios, la calidad del aire y la salud mental de los ciudadanos. Porque cultivar en las alturas no solo es posible, sino que puede ser una de las claves para construir ciudades más verdes, resilientes y habitables.