Es una marea que podría sepultar la isla de Manhattan y que tiene el peso equivalente al de 4.500 torres Eiffel. Cada año se generan en el mundo 45 millones de toneladas de basura electrónica, según el Global E-Waste Monitor, de Naciones Unidas. Los desechos electrónicos crecen a una velocidad tres veces superior al del resto de residuos domésticos. De seguir con esta tendencia, la ONU calcula que este tipo de basura alcanzará los 52,2 millones de toneladas en 2021.
Los cálculos más optimistas dicen que solo el 20 por ciento de estos residuos se recicla de forma adecuada. El resto se pierde en los hogares, en circuitos informales o se tira a la naturaleza. Con ello se pierden materiales de gran valor económico como el oro, plata, cobre, platino o el paladio, que si se recuperaran en su totalidad, tendrían un valor aproximado de 55.000 millones de dólares, una cifra superior al Producto Interior Bruto (PIB) de la gran mayoría de países del mundo.
En España, las cifras que maneja Greenpeace son aún más desalentadoras. ”Cada español consume anualmente entre 16 y 20 kilogramos de aparatos eléctricos, elecrónicos, pilas, etc., pero lo que se recupera es solamente uno o dos kilos por persona al año”, afirma el responsable de la campaña de residuos de la organización, Julio Barea, quien lamenta que en una país del mundo desarrollado existe tecnología como para recuperar el casi 100 por cien de estos residuos.
Julio Barea (Greenpeace): "Tenemos tecnología como para recuperar casi el 100% de estos residuos; necesitamos hacerlo y podemos hacerlo"
Ecotic es una entidad de referencia del reciclaje en España, ya que es responsable de 90.000 de las 260.000 toneladas de residuos que se gestionan cada año. Andreu Vilá, director general de la Fundación Ecotic admite que “es muy complejo determinar cuántos aparatos electrónicos quedan fuera del circuito de la recuperación, la reutilización y el reciclaje. Pero sí que podemos decir que el motivo principal por lo que no llegan a canalizarse de forma adecuada, es porque se acumulan en los hogares, donde quedan olvidados en cajones sin que puedan llegar entrar en el ciclo de la recuperación”.
En este sentido, algunas estimaciones apuntan a que cada habitante arrumba en su casa una media de cuatro aparatos en desuso. Por ello, Vilà manifiesta: “Es importante que, como consumidores y usuarios, tomemos conciencia de nuestra responsabilidad para impulsar un nuevo modelo de economía circular más eficiente en el uso de recursos”. La tasa de recuperación de materias primas a partir de dispositivos electrónicos usados es del 90 por ciento en la mayoría de los aparatos, según Ecotic, por ello su director asegura que, si todos esos dispositivos llegaran hasta los gestores autorizados para su reciclaje, lograríamos minimizar el uso de recursos naturales finitos y esto supondría un doble beneficio económico y medioambiental. “En Ecotic estamos convencidos que las plantas de reciclaje son las minas del siglo XXI”.
Tóxicos y peligrosos
El hecho de que entre el 80 y el 90 por ciento de los aparatos electrónicos no se recicle adecuadamente no solo es un grave problema económico, sino que principalmente es una amenaza para la salud pública y para la conservación del medio ambiente. “Estos aparatos contienen un miríada de elementos tóxicos -subraya Barea- prácticamente todo es tóxico o peligroso en un aparato de estos y hay elementos que son cancerígenos”.
“Los más problemáticos son aquellos que contienen metales pesados tales como mercurio, plomo, cadmio o cromo, así como otras sustancias como policlorobifenilos (PCB), pirorretardantes bromados (BFR), gases CFC, HCFC, HFC, y aceites”, explica Vilà, que añade: “Para hacernos una idea de su potencial impacto, podemos considerar que una batería de níquel-cadmio de un teléfono móvil puede contaminar 50.000 litros de agua o 10 m³ de suelo”.
Esta es la razón más importante por la que estos aparatos una vez que se dejan de usar deben ser entregados en puntos de reccogida autorizados (puntos limpios municipales, tiendas de móviles o electrodomésticos o centros comerciales) ya que, desde allí, se transportan hacia gestores debidamente preparados y equipados.
En las plantas de reciclaje, los residuos son sometidos a tratamientos de descontaminación según las características del aparato, para evitar su potencial impacto negativo sobre el medio ambiente y posteriormente son clasificados y recuperados mediante diversas técnicas.
Pero, por desgracia, la mayoría de los aparatos no llega hasta las plantas de reciclaje autorizadas y entran en el circuito informal, como denuncia el responsable de residuos de Greenpeace: “Hemos visto lugares donde se desguazan de forma ilegal todo tipo de electrodomésticos. Todo esto se escapa del circuito del reciclaje. Hay empresas recicladoras que han tenido que cerrar porque no les llega flujo de materiales. Esto supone un daño económico a una actividad que da trabajo a mucha gente y que es muy beneficiosa”.
Andreu Vilà (Fundación Ecotic): "Una batería de un teléfono móvil puede contaminar 50.000 litros de agua”
Además, como indica Barea, en ese circuito, “los residuos que no se aprovechan son arrojados en el campo y los gases en la atmósfera, o bien se les prenden fuego de modo que todos esos elementos altamente tóxicos pasan a la atmósfera, a las aguas o al suelo”.
Convertir la tasa en una fianza
En España, los productores de aparatos eléctricos o electrónicos están obligados por ley a establecer sistemas para recoger y gestionar el tratamiento de los residuos procedentes de sus productos y a financiar los costes inherentes a dicha gestión. A juicio del director general de la Fundación Ecotic, actualmente el 95 por ciento de los productores cumple con los requisitos normativos sobre reciclaje. “La industria ha realizado un importante esfuerzo de innovación en el ámbito del ecodiseño”, sentencia.
Sin embargo, el responsable de la campaña de residuos de Greenpeace cree que se podría hacer mucho más para superar ese exiguo 10 por ciento que se recicla por persona al año, según esta ONG. A este respecto hace una novedosa propuesta: “Cada vez que compramos un aparato pagamos una tasa para que ese producto se recupere y se recicle. Lo que habría que hacer es que cuando dejáramos de usar ese aparato y lo lleváramos a un lugar de gestión de residuos autorizado nos devolvieran parte de ese dinero”.
Barea pone como ejemplo al consumidor que deja de usar un teléfono móvil: “Imaginemos que le devuelven 30 euros por llevarlo a un punto limpio autorizado, si eso fuera así, aseguraríamos el retorno de un porcentaje mucho más alto, cercano al 100 por cien, porque a nadie se le ocurriría tirar un móvil a la basura o dejarlos abandonados en un cajón si le van a dar 30 euros. Y eso se puede hacer perfectamente”.
Por último, el responsable de residuos de Greenpeace hace una llamada a la responsabilidad de productores y consumidores: “Hay que intentar reducir este consumo alocado que practicamos y que las cosas duren mucho más”. En este sentido, Barea carga contra el consumo compulsivo -“tenemos que pensar si debemos comprar otro móvil solo porque su cámara tiene un megapíxel más”- y contra la obsolescencia programada -“un móvil dura dos años a lo sumo...¡esto es inmoral!-.