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Kwi Young Han, científica del Centro Geomar Helmholtz para la Investigación Oceánica de Kiel (Alemania)

“En 25 años, el bacalao del Báltico ha reducido su tamaño a la mitad”

Alguna vez fue el gigante del Báltico. Hoy, apenas cabe en un plato. El bacalao, que durante décadas sostuvo la economía pesquera de la región, ha encogido de forma alarmante. Un nuevo estudio revela que no solo ha disminuido su tamaño y abundancia, sino que su ADN también ha cambiado. La sobrepesca y el deterioro ambiental han dejado una huella genética profunda en esta especie clave, con consecuencias que podrían ser irreversibles para el ecosistema marino.

El potencial de crecimiento del bacalao del Báltico se ha reducido un 48% en la longitud máxima de la población en solo 25 años.
El potencial de crecimiento del bacalao del Báltico se ha reducido un 48% en la longitud máxima de la población en solo 25 años.

¿Cuál fue el hallazgo más sorprendente o preocupante del estudio?

El potencial de crecimiento del bacalao del Báltico oriental se ha reducido de forma drástica: una disminución del 48% en la longitud máxima de la población en solo 25 años. Además, descubrimos que el cambio en la distribución de tamaños que hemos estado observando en la naturaleza no era solo un cambio demográfico por la desaparición de individuos mayores. Lo más importante es que encontramos señales genéticas claras vinculadas a este cambio en el crecimiento, lo que sugiere que la población no solo está estresada, sino que podría estar evolucionando como respuesta a presiones prolongadas.

Es cierto que el bacalao ha disminuido tanto en tamaño como en tasa de crecimiento en las últimas décadas. Esto probablemente se deba a una pesca intensiva que ha sido persistente antes y durante el período del estudio. La presión pesquera selectiva elimina a los individuos más grandes, lo que puede provocar cambios en la tasa de crecimiento o en el momento de la madurez, y esto puede ir acompañado de cambios genéticos. Sin embargo, no podemos descartar completamente el impacto de las condiciones ambientales adversas, como los bajos niveles de oxígeno en el mar Báltico.

“La población de bacalao no solo está estresada, sino que podría estar evolucionando como respuesta a presiones prolongadas”

¿Qué evidencia concreta vincula la pesca intensiva con los cambios genéticos observados?

No podemos afirmar con certeza absoluta que la pesca por sí sola haya causado los cambios genéticos, pero los patrones que observamos son altamente consistentes con una presión pesquera prolongada desempeñando un papel clave.

Durante las últimas décadas, la mortalidad por pesca del bacalao del Báltico oriental ha sido muy alta, especialmente desde los años 80. En ese tiempo, la gestión pesquera solía centrarse en capturar los peces más grandes. Al mismo tiempo, nuestros datos muestran una disminución constante en la longitud media por edad, lo que indica que los bacalaos crecían más lentamente, no solo que eran capturados más jóvenes.


“La presión pesquera selectiva elimina a los individuos más grandes, lo que puede provocar cambios en la tasa de crecimiento o en el momento de la madurez”

¿Qué implicaciones tiene para la biodiversidad marina la desaparición del bacalao de crecimiento rápido?

El impacto va más allá del bacalao. En el mar Báltico, ha sido históricamente un depredador tope, regulando las poblaciones de peces forrajeros como el espadín y el arenque. A medida que el bacalao ha disminuido en tamaño y abundancia, este equilibrio se ha alterado. El Báltico ha pasado de ser un ecosistema dominado por el bacalao a uno centrado en el arenque y el espadín.

Este cambio ha generado un bucle de retroalimentación: las altas densidades de espadín y arenque compiten con los juveniles de bacalao por alimento (como el zooplancton), e incluso pueden alimentarse de huevos y larvas de bacalao. Sin bacalaos grandes y de crecimiento rápido que mantengan bajo control a los peces presa, el ecosistema se vuelve menos estable y más propenso a desequilibrios adicionales.

“Sin bacalaos grandes y de crecimiento rápido, el ecosistema se vuelve menos estable y más propenso a desequilibrios adicionales”

¿Se ha observado un fenómeno similar en otras especies marinas sometidas a presión pesquera?

Sí, se han observado cambios fenotípicos similares en tamaño y maduración en especies como el eglefino y el atún, y cambios genéticos más concretos en el salmón atlántico. En el caso del salmón, que es anádromo (vive en el océano pero se reproduce en ríos), se han vinculado cambios en la frecuencia de genes relacionados con la edad de madurez a la pesca y a presiones ambientales.

¿Es posible revertir los cambios genéticos inducidos por la sobrepesca?

En teoría, sí, pero la recuperación evolutiva es lenta. Incluso si se reduce la pesca, los cambios genéticos pueden persistir durante generaciones, especialmente si los rasgos seleccionados siguen siendo beneficiosos en el entorno actual.

Revertir estos cambios requeriría una presión pesquera sostenidamente baja y una mejora en las condiciones del hábitat, como niveles adecuados de oxígeno y disponibilidad de alimento. Aun así, podrían pasar décadas antes de que la población vuelva a su estado anterior, si es que lo hace.

“Aunque se reduzca la pesca, los cambios genéticos pueden persistir durante generaciones”

¿Cree que las políticas de conservación actuales llegan demasiado tarde para revertir el daño genético ya causado?

Algunos cambios pueden ser difíciles de revertir y, por eso precisamente, se necesitan políticas firmes con urgencia. Aunque el daño pasado no se puede deshacer fácilmente, sí se puede prevenir el daño futuro. Si adaptamos las políticas para incluir una perspectiva evolutiva, podemos ayudar a que las poblaciones de peces sigan siendo productivas y resilientes a largo plazo.

¿Qué responsabilidad tienen los gobiernos por permitir décadas de pesca intensiva sin considerar sus consecuencias evolutivas?

Un papel fundamental y, con ello, una gran responsabilidad. Durante muchos años, la gestión pesquera se centró principalmente en el tamaño de las poblaciones y las capturas a corto plazo, sin tener en cuenta plenamente los impactos biológicos a largo plazo, como la evolución o la degradación del hábitat.

Pero la ciencia ha avanzado, y ahora sabemos más. Depende de los gobiernos escuchar la evidencia, apoyar políticas basadas en la ciencia y pensar a largo plazo, no solo por la salud de las poblaciones de peces, sino también por los ecosistemas que dependen de ellas y por la seguridad alimentaria de nuestras sociedades.