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WWF alerta sobre la creciente peligrosidad de los incendios forestales en España, pese a la reducción del número de siniestros

Menos incendios pero más devastadores: el fuego se vuelve incontrolable

Aunque el número de incendios forestales y la superficie quemada han disminuido en España en los últimos años, WWF advierte de una tendencia alarmante: los fuegos que sí se producen son cada vez más intensos, rápidos y difíciles de controlar. La organización ecologista señala que el abandono del medio rural, la acumulación de combustible vegetal y la crisis climática están generando incendios extremos que desbordan la capacidad de extinción.

La proporción de fuegos que superan las 500 hectáreas ha aumentado y, con ellos, el riesgo para personas, ecosistemas y poblaciones.
La proporción de fuegos que superan las 500 hectáreas ha aumentado y, con ellos, el riesgo para personas, ecosistemas y poblaciones.

España ha logrado reducir en las últimas dos décadas tanto el número de incendios forestales como la superficie total quemada. Sin embargo, esta aparente buena noticia esconde una realidad mucho más preocupante: los incendios que sí se producen son cada vez más intensos, destructivos y difíciles de controlar

La proporción de fuegos que superan las 500 hectáreas ha aumentado y, con ellos, el riesgo para personas, ecosistemas y poblaciones. La crisis climática, unida al abandono rural y a la acumulación de combustible vegetal, ha dado lugar a un nuevo escenario de incendios extremos que desbordan la capacidad de extinción.

Desde 2017, los expertos han identificado una nueva categoría de incendios: los de sexta generación. Se trata de fuegos tan intensos que son capaces de modificar las condiciones meteorológicas del entorno donde se producen. Generan pirocúmulos —nubes de gases, cenizas y vapor de agua— que pueden derivar en tormentas de fuego, con rayos, vientos erráticos y una propagación impredecible. Estos incendios desbordan la capacidad de los operativos de emergencia. Son fuegos que no se apagan con más medios, sino con prevención estructural y gestión del territorio. Y su frecuencia va en aumento.


Un antes y un después en la conciencia social

El 16 de julio de 2005, un incendio en la Riba de Saelices (Guadalajara) acabó con la vida de 11 personas. Aquel trágico suceso marcó un antes y un después en la conciencia social sobre los incendios forestales. Desde entonces, se han introducido mejoras normativas y operativas, pero muchas de ellas han sido reacciones puntuales ante emergencias, sin una visión integral a largo plazo. Las prohibiciones específicas, como el uso de maquinaria o barbacoas en épocas de riesgo, han servido como parches, pero no han abordado el problema estructural de fondo.

En paralelo, la superficie forestal ha crecido un 7% desde 2005, alcanzando los 28,4 millones de hectáreas. Sin embargo, este aumento no ha ido acompañado de una mejora en la salud de los ecosistemas. Según el informe del Gobierno sobre la red Natura 2000, el 89% de los sistemas forestales están en estado “desfavorable”, y un 24% muestran signos graves de estrés. Esto los hace más inflamables y menos capaces de regenerarse tras un incendio. La acumulación de biomasa sin gestión convierte los montes en auténticos polvorines.

 


Cambio del paisaje español

La transformación del paisaje español en las últimas décadas ha sido profunda. El abandono de la agricultura y la ganadería extensiva haeliminado una barrera natural contra el fuego. En 2019, se estimaba que 2,32 millones de hectáreas estaban sin uso agrario, y se proyecta que para 2030, cerca del 10% de la superficie agraria podría estar en riesgo alto de abandono. 

La cabaña ganadera de ovino ha caído un 40% en 30 años, y la de cabras, un 30%. Sin actividad humana que mantenga el monte limpio y fragmentado, el paisaje se vuelve homogéneo, continuo y altamente inflamable. Un incendio en este contexto puede avanzar sin obstáculos durante horas o días.

Propuestas de WWF

Los expertos de WWF coinciden en que la clave está en la prevención estructural. No basta con reforzar los medios de extinción o actuar cuando el fuego ya ha comenzado. Es necesario aprobar un marco regulatorio integral y coherente, priorizar la inversión en prevención frente a la extinción, apoyar modelos agroforestales resilientes, reforzar la gobernanza rural y establecer una fiscalidad verde que premie la conservación. 

El Real Decreto actualmente en tramitación busca establecer criterios comunes en los planes autonómicos de prevención, vigilancia y extinción, pero su eficacia dependerá de su ambición, financiación y aplicación real.

Según WWF, la única forma de evitar que los incendios extremos sigan devorando comarcas enteras cada verano es gestionar el territorio para hacerlo menos inflamable y más resiliente. Esto implica recuperar el mosaico de usos, fomentar la actividad rural, diversificar el paisaje y adaptarlo al nuevo clima. 

Para WWF, la única forma de evitar que los incendios extremos sigan devorando comarcas enteras cada verano es gestionar el territorio para hacerlo menos inflamable y más resiliente

Hasta ahora, la prevención se ha entendido como la realización de cortafuegos, puntos de agua o tratamientos selvícolas puntuales, pero eso ya no es suficiente. La nueva máxima debe ser clara: crear paisajes que reduzcan las emergencias. Porque el fuego ya no es solo un problema forestal, es el síntoma visible de una crisis ecológica, climática y territorial que exige respuestas estructurales y urgentes.