
En un contexto global marcado por la pérdida de biodiversidad, España se convierte en un ejemplo de cómo la conservación activa puede revertir el destino de especies al borde de la extinción. Datos oficiales de 2024 y 2025 revelan que al menos cinco especies emblemáticas han experimentado un repunte en sus poblaciones.
Una de las noticias más destacadas es la del urogallo cantábrico, cuya población ha alcanzado los 209 ejemplares en 2024. Aunque sigue en situación crítica, esta cifra representa un leve pero significativo avance respecto a años anteriores. En este caso, los programas de cría en cautividad y la restauración de su hábitat en la Cordillera Cantábrica han sido claves.
La fragmentación del bosque atlántico, la presión humana y la presencia de depredadores han sido factores determinantes en el declive de una especie, muy sensible a la alteración de su entorno. Sin embargo, proyectos como LIFE+ Urogallo Cantábrico han logrado restaurar hábitats, reducir amenazas y liberar ejemplares criados en cautividad, lo que ha permitido estabilizar algunas poblaciones.
En 2024, la población del urogallo cantábrico ha alcanzado los 209 ejemplares
Por otro lado, el lince ibérico, símbolo de la fauna ibérica, continúa su espectacular recuperación. En 2002 apenas quedaban 94 ejemplares. Hoy, más de 1.600 linces viven en libertad en Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura y Portugal. La mejora de su hábitat, la protección del conejo silvestre y la reintroducción en nuevas áreas han sido fundamentales en este aumento del número de especies.
Además, el seguimiento por GPS y la colaboración entre comunidades autónomas han permitido detectar y corregir amenazas como los atropellos o la caza ilegal. El éxito del lince ha sido tal que se ha convertido en un modelo de conservación replicado en otros países europeos con especies similares.
Debido a su éxito, el caso de la conservación del lince es un modelo de conservación replicado en otros países europeos
Otro caso esperanzador es el del quebrantahuesos, una majestuosa ave carroñera que había desaparecido de muchas zonas de España. En 2024, su población supera los 200 ejemplares en los Pirineos, y se han registrado nacimientos en Andalucía y los Picos de Europa, donde fue reintroducido con éxito.
Esta especie, que se alimenta casi exclusivamente de huesos, ha sido víctima de envenenamientos, choques con tendidos eléctricos y la pérdida de alimento. Gracias a la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos y a los programas de alimentación suplementaria, se ha logrado no solo su supervivencia, sino también su expansión territorial.
Foca y cigüeña negra
La foca monje del Mediterráneo, considerada extinta en aguas españolas durante décadas, ha comenzado a recolonizar zonas como las Islas Chafarinas y el litoral andaluz. En 2024, se estima que hay más de 700 ejemplares en todo el Mediterráneo, con avistamientos regulares en España.
La recuperación de esta especie ha sido posible gracias a la protección de cuevas marinas, la reducción del tráfico marítimo en zonas sensibles y campañas de sensibilización entre pescadores. La presencia de crías en zonas costeras españolas es una señal clara de que la especie está volviendo a establecerse.
También la cigüeña negra, una especie mucho más esquiva que su pariente blanca, ha mostrado signos de recuperación. Aunque sigue siendo vulnerable, se han registrado más parejas reproductoras en la península ibérica, especialmente en zonas protegidas del oeste y suroeste.
Esta ave forestal necesita grandes árboles para anidar y ríos limpios para alimentarse. La mejora de la calidad del agua, la reforestación y la tranquilidad en sus zonas de cría han favorecido su expansión. En lugares como Monfragüe o Sierra Morena, su presencia es cada vez más frecuente.
Avances
Estos avances no son casuales. Son el resultado de políticas públicas sostenidas, colaboración entre administraciones, ONGs y científicos, y una creciente concienciación social sobre la importancia de proteger la biodiversidad. Sin embargo, los expertos advierten que no se debe bajar la guardia. El cambio climático, la fragmentación del hábitat, los atropellos y el uso de venenos siguen siendo amenazas latentes para estas especies.
La recuperación del lince ibérico, por ejemplo, ha sido posible gracias a un ambicioso programa europeo de conservación, que ha incluido la cría en cautividad, la liberación de ejemplares y el seguimiento por GPS. Hoy, el lince ya no está “en peligro crítico”, sino simplemente “en peligro”, según la UICN.
En el caso del quebrantahuesos, la reintroducción ha sido posible gracias a la colaboración entre el Gobierno, fundaciones como la Fundación para la Conservación del Quebrantahuesos y parques nacionales. La especie ha vuelto a criar en libertad en zonas donde llevaba más de un siglo desaparecida.
La foca monje, por su parte, se ha beneficiado de la protección de zonas costeras y cuevas marinas, así como de campañas para reducir la pesca ilegal y el turismo invasivo en sus áreas de cría.
La cigüeña negra, muy sensible a la presencia humana, ha encontrado refugio en espacios naturales protegidos como Monfragüe o Doñana, donde se han instalado plataformas de nidificación y se ha limitado el acceso durante la época de cría.
El caso del urogallo cantábrico es quizás el más delicado. Su hábitat se ha visto muy afectado por la fragmentación forestal y el cambio climático. Aun así, los esfuerzos por restaurar sus bosques y controlar a los depredadores están dando frutos.