El pasado 8 de diciembre el mal estado de la mar provocó que el buque de transporte Toconao, con bandera de Liberia, perdiese seis contenedores de mercancías a 80 kilómetros de las costas de Portugal. La carga de uno de ellos eran sacos repletos con millones de pélets utilizados en la industria como materia prima para la fabricación de todo tipo de productos de plástico.
Sólo cinco días después, una persona encontró unos sacos y los primeros pélets sueltos en la playa de Vilar en Ribeira (A Coruña). Durante las jornadas siguientes se sigue haciendo evidente que el vertido de gránulos de plástico se estaba extendiendo por la costa gallega, al principio especialmente concentrado en varios puntos de la ría de Muros y Noia. Posteriormente, fue detectado cada vez más al norte (llega a la Costa da Morte y la Mariña de Lugo), y continua hacia el este alcanzando las playas asturianas.
Todavía es difícil cuantificar el impacto que este vertido accidental puede tener sobre los ecosistemas y la salud humana en las zonas afectadas. En primer lugar, es necesario conocer con exactitud la composición química del material vertido para poder estimar los perjuicios que puede ocasionar. En una entrevista con Soziable.es, Ethel Eljarrat, doctora en Ciencias Químicas por la Universidad de Barcelona e investigadora en el Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua (IDAEA) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), afirma que, a través de diversos informes “sabemos que en torno a un 90% de la composición de estos pélets sería polietileno y un 10% sería un aditivo fotoestabilizador, empleado para proteger el material de la degradación provocada por los rayos ultravioleta”.
“El impacto ambiental que pueda tener el vertido de pélets es similar al que pueden generar las grandes cantidades de microplásticos que ya contaminan los mares y océanos de todo el planeta”
Sin embargo, Eljarrat aclara que todavía no “conocemos la composición completa y exacta, ya que muchas veces este tipo de materiales plásticos incorporan una mezcla de diferentes polímeros y aditivos. Lo interesante sería poder hacer una caracterización cuantitativa más exacta para conocer todos los componentes que están presentes en el vertido”. De todas maneras, según explica, “el impacto ambiental que pueda tener el vertido de pélets es similar al que pueden generar las grandes cantidades de microplásticos que ya contaminan los mares y océanos; no se trata de una contaminación nueva, sino que es algo que se produce continuamente en muchos puntos del planeta”.
En este sentido, la investigadora recuerda que recientemente también se publicaron en los medios de comunicación informaciones sobre los expedientes sancionadores abiertos a algunas empresas petroquímicas de Tarragona, que habían estado vertiendo este tipo de pélets al mar, lo cual demuestra que, “lamentablemente, este tipo de casos ocurren con mayor frecuencia de lo que pensamos”.
Aun así, Eljarrat matiza que “no produce el mismo impacto la contaminación difusa que se produce de manera continua desde una industria que un vertido masivo puntual en un periodo de tiempo corto”. En el caso de este accidente se producirán unos mayores niveles de concentración de la contaminación en las zonas más afectadas. Por otro lado, además de la composición química de los pélets, la gravedad del impacto ambiental también dependerá de otros factores como las corrientes marinas y el número de sacos que terminen abriéndose y derramando su contenido.
“El foco de contaminación está en el mar y la mejor manera de atajarlo ahora mismo sería localizar y retirar del mar los sacos que todavía no se han roto, para evitar que se dispersen más pélets”
Precisamente, la científica destaca que las características de este tipo de vertidos hacen que sea muy difícil actuar para reducir sus consecuencias, porque, "una vez que un saco de pélets se rompe y dispersa su contenido en el agua, se produce una contaminación del medio marino que, además, puede llegar a múltiples puntos de la costa en función de las corrientes". “El foco de contaminación está en el mar y la mejor manera de atajarlo ahora mismo sería localizar y retirar del mar los sacos que todavía no se han roto, para evitar que se dispersen más pélets”, explica.
En cuanto a la toxicidad del material vertido y el impacto que puede tener en los ecosistemas, Eljarrat indica que estos microplásticos son "perjudiciales para la fauna marina de múltiples maneras". Así, asegura que, “por una parte, producen problemas físicos en los animales cuando estos los ingieren, porque pueden provocar la obturación de su tracto digestivo o pueden acumularse en su estómago, generando sensación de saciedad y haciendo que dejen de comer”; y, por otro lado, “los aditivos químicos que incorporan los pélets se acumulan en los tejidos de los seres vivos pudiendo llegar a provocar, con el tiempo, efectos dañinos como la neurotoxicidad o la disrupción endocrina; incluso hay aditivos que pueden ser cancerígenos y terminan acumulándose, a su vez, en nuestros organismos a través de los alimentos del mar que consumimos”.
Además, Eljarrat remarca que,entre estos efectos tan perjudiciales, “existe un agravente, ya que una vez diseminados en el medio marino, los pélets actúan como esponjas capaces de absorber otros contaminantes, con lo cual, se produce un efecto acumulativo de toxicidad”. Aunque también aclara que “no se trata de un material que presente una toxicidad aguda; es decir, no provoca un daño inmediato por tocarlo, sino que los efectos nocivos que puede producir son consecuencia de una exposición continuada y acumulativa a lo largo de años”.
“Una vez diseminados en el medio marino, los pélets actúan como esponjas capaces de absorber otros contaminantes, con lo cual, se produce un efecto acumulativo de toxicidad”
En definitiva, en su opinión, este accidente pone en evidencia, una vez más, la gravedad de la crisis de la contaminación por plásticos que sufren los ecosistemas marinos de manera generalizada y cuyos efectos más graves, si no se logran frenar a tiempo las consecuencias, pueden producirse en la costa norte española. Y, en este sentido, concluye que “este tipo de eventos deben servirnos como alerta y recordatorio ante la gravedad del problema y, sobre todo, para intentar evitar este tipo de vertidos que, desgraciadamente, son más habituales de lo que pensamos. Sobre todo, es necesario tomar medidas definitivas en cuanto a la legislación y las restricciones aplicables el transporte de este tipo de materiales”.