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La despoblación, el mal que atenaza al medio rural, a la llamada Laponia española

La España vaciada: el grito silencioso de la tierra sin gente

Miles de personas procedentes de la España rural se han manifestado en Madrid. Es la "España vaciada", grandes zonas del país sumidas en el abandono de las administraciones y para la que periodistas como Paco Cerdà, autor del libro ‘Los últimos. Voces de la Laponia española’ (Pepitas Edit.) llevan tiempo reclamando atención.

Un tobogán en desuso en la Serranía Celtibérica, reflejo de unos pueblos que pierden su mayor tesoro: los niños.
Un tobogán en desuso en la Serranía Celtibérica, reflejo de unos pueblos que pierden su mayor tesoro: los niños.

Paco Cerdà sintió por primera vez el escalofrío del abandono en Arroyo Cerezo, una aldea de la comarca del Rincón de Ademuz, en la Comunidad Valenciana. Había acudido a este lugar ajeno al bullicio urbanita enviado por su periódico, el Levante-EMV, para hacer un reportaje de fin de semana sin sospechar que la visita le removería por dentro tanto como para  proponerse un objetivo: contar la historia oculta que su olfato periodístico le indicaba que allí había. La historia de una realidad tan cruda como desconocida que habla de casas vacías, de calles en silencio, de furgonetas trayendo el pan tres veces por semana, de centros de salud a una hora de distancia por carreteras mal asfaltadas, de pueblos sin Internet e incluso sin luz, de inviernos demasiado largos y demasiado fríos, de olvido, de nostalgia, de tristeza y de muerte. Aunque, como descubriría el periodista más tarde, también de vidas felices y plenas, de pequeñas victorias cotidianas, de amor a la tierra, de compromiso con unas tradiciones, de utopía, de inconformismo ante un destino impuesto que amenaza una forma de vida enraizada hasta donde alcanza la memoria...

A través del testimonio de sus habitantes, ‘Los últimos’ construye el relato de la España más despoblada

Todo ello cabe en esa enorme región llamada la Serranía Celtibérica, una extensión que abarca parte de diez provincias (Guadalajara, Teruel, La Rioja, Burgos, Valencia, Cuenca, Zaragoza, Soria, Segovia y Castellón) y que se conoce como la ‘Laponia española’ porque comparte con la Laponia real, la escandinava, el índice de población más bajo de Europa: siete habitantes por kilómetro cuadrado. En esta zona hay 1.355 municipios y la mitad de ellos no pasa de los cien habitantes. Sólo seis superan los 5.000. Muchos están abocados a la desaparición a medio plazo. En un territorio que dobla en tamaño al de Bélgica apenas están censadas 483.000 personas, menos que los habitantes de los distritos madrileños de Carabanchel y Latina unidos.
Esa es la cruda realidad que Paco Cerdà intuyó en aquella primera visita a Arroyo Cerezo y que constató tiempo después, cuando una mañana de invierno cargó su coche con víveres e inició lo que él llama “la Ruta 66 de la despoblación”: 2.500 kilómetros a través de parajes semivacíos al encuentro de paisajes y personas que dieran testimonio de un contexto que no suele estar presente en los medios de comunicación y mucho menos en la agenda política. De aquel viaje nació el libro ‘Los últimos. Voces de la Laponia española’ (Pepitas Edit.).


‘Demotanasia’

“Quise ir a contarlo, hablar con los habitantes de estos pueblos y subrayar las desigualdades que sufren”, afirma el reportero. “No concibo el periodismo desde otra óptica que no sea la de la denuncia y la de mostrar una realidad desconocida, la de dar voz a quien no la tiene. En este caso se aunaban todas estas premisas, vi que las personas que habitan ese territorio son víctimas de un abandono muy grande y que se palpan las injusticias que marcan su día a día”, continúa el periodista.
Durante el viaje conoció a María Pilar Burillo, investigadora de la Universidad de Zaragoza, la persona que le ofreció el diagnóstico exacto del mal que atenaza a la zona desde hace décadas, sintetizado en un término acuñado por ella misma: ‘demotanasia’. Construido con la raíz griega demos (población) y tánatos, que alude a la muerte no violenta, la definición literal elaborada por Burillo dice así: “Un proceso que, tanto por acciones políticas directas o indirectas como por la omisión de las mismas, está provocando la desaparición lenta y silenciosa de la población de un territorio, que emigra, y deja a la zona sin relevo generacional”. Para Paco Cerdà, “es una definición perfecta, porque habla de una muerte no violenta pero inducida por políticas activas o pasivas, con un responsable directo que es el sistema económico y social en el que se apoya el capitalismo”.

El maestro Héctor Martín y sus cuatro alumnos en el último curso de la escuela rural de Moros (Zaragoza).


El gran éxodo

El origen de este lento y silencioso camino hacia la desaparición hay que buscarlo en la década de los 50 y 60 del pasado siglo, cuando se produjo el gran éxodo del campo a la ciudad. “Parte de la población joven emigró a las ciudades engatusada, como dice una fuente en el libro, por la España urbanita que salía por la televisión. Parecía que todo el que hacía el viaje a la ciudad era para prosperar, pero muchos vieron después que no era así. Se encontraron con una vida dura, en las periferias de las ciudades, con puestos de trabajo precarios en fábricas, lejos de su tierra y de sus raíces”, reflexiona Cerdà.  Según el periodista, el capitalismo se ha ido aprovechando sucesivamente de estas zonas deprimidas demográficamente: “Primero para vaciarlas de gente reclamando mano de obra,  valiéndose de sus recursos, de sus productos agrícolas y ganaderos. Y ahora la utiliza como retiro de fin de semana. La España urbana ha utilizado a la España despoblada a su conveniencia, sin preocuparse nunca por su estado de salud ni por su futuro”, denuncia.

“¿Más gente para qué, para discutir más?”, se pregunta un pastor de Arroyo Cerezo


Los que se quedaron

Quizás por eso, el libro de Paco Cerdà recoge las voces de quienes viven en estos paisajes bellos y desolados. Medio centenar de testimonios en primera persona de unos que se quedaron y de otros que han venido y se han establecido aquí después. Entre los primeros está el pastor Matías López, único habitante en invierno de la pedanía de Motos, en Guadalajara, en plenos Montes Universales, uno de los lugares más fríos del continente. El hombre cuyo rostro ilustró hace tiempo un reportaje sobre la despoblación en el Financial Times; el mismo que asegura no arrepentirse de haberse quedado en el pueblo y que presume sin rodeos ni falsa modestia de que, a sus cerca de 80 años, es capaz de coger a un mozo de 25 y “reventarlo a trabajar”.  
También aparece Vicente Lázaro, otro pastor de Arroyo Cerezo que se lleva bien con la soledad a la que se ve abocado en su aldea. “¿Más gente para qué, para discutir más?”, se pregunta removiendo los esquemas mentales del periodista y de los lectores del libro acostumbrados a cruzarse con cientos de personas cada día en sus entornos urbanitas.
El relato se construye también con las voces de los que han venido a llenar en parte estos paisajes vacíos. Como la de  Cristophe Gaudoz, el parisino que cambió la capital francesa por Maderuelo, al norte de Segovia, pueblo donde regenta un hotel y en el que confiesa haber encontrado más calor humano en sus poco más de cien habitantes censados que en los millones de personas que pueblan la Ciudad de la Luz. O como la de Héctor Martín, el maestro que ya ha visto cerrar tres escuelas rurales por falta de alumnos y que, nada más llegar a su primer destino en Cuevas de Cañart, Teruel, fue abordado en la calle por un anciano que le inquirió: “¿Es usted el señor maestro?”. Usted. Señor. A sus 22 años, Héctor intuyó enseguida el cambio vital que le esperaba.


El silencio de los niños

Precisamente es en el cierre de escuelas, en la falta de niños, donde Paco Cerdà pone el acento del mal de la despoblación. “El silencio de las voces infantiles es el que anticipa el gran silencio”, asegura. “Si no hay niños estas tierras quedarán vacías, si no hay colegios para que estudien los pequeños ninguna familia se instalará aquí. Todas las personas que entrevisté para el libro coincidían en desear que hubiera niños, ellos son el tesoro que todos reclamaban. El bullicio de los niños, algo que en las ciudades se da por descontado y a veces hasta molesta, en estos pueblos es lo más preciado.  Tener un niño en el pueblo es como tener una joya que puede cambiar el futuro. En muchos pueblos de la zona se han apagado esas voces infantiles y es muy triste, porque el silencio de hoy de los niños es el que antecede al silencio de mañana de las piedras, de las zarzas invadiendo las casas y la memoria”.

Si nada lo remedia, muchos de los pueblos de la ‘Laponia española’ están abocados a la desaparición


Visión honesta

Escrito desde la empatía y el respeto hacia las personas que aportan su testimonio, el libro de Paco Cerdà ofrece una visión honesta que huye tanto de idealizar el entorno rural como de atacar el medio urbano. Según el periodista, “es un libro coral, con muchas voces, y he intentado humildemente reflejar todo lo que me contaban. En España se ha ensalzado la boina o se ha denostado hasta niveles extremos; se ha dibujado lo rural como una arcadia feliz y también se ha demonizado. Por lo que me cuentan las personas con las que he hablado, ni lo uno ni lo otro, hay que ponerlo todo en su justo término. Yo he intentado contar las bondades de ese terreno, con una vida más humanizada y alejada del consumismo compulsivo, con un silencio necesario, donde la gente es feliz, porque eso es lo que me he encontrado: gente feliz. Y, al mismo tiempo que subrayaba estos valores, reflejaba lo que me contaban los más implicados en la defensa de este territorio, y es que mucha gente acude a estos sitios y se da de bruces con la realidad, con inviernos largos y solitarios en los que si uno no está preparado puede ser muy duro, con realidades laborales que son muy difíciles.... Mientras denunciaba  el estado de carreteras, el cierre de colegios, el abandono que en el ámbito de los servicios sufren estas personas, ponía también en valor experiencias como la de Lennie Bell, una pintora y escultora nacida en Brooklyn que lleva años viviendo feliz en un pequeño pueblo de Segovia”.
 

¿Quién se acordará?

Si nada lo remedia, muchos de los pueblos de esta ‘Laponia española’ están abocados a la desaparición en un plazo de unos 15 años. Para Cerdà, “es un drama. Cada pueblo es diferente, tiene un paisaje, una cultura, una memoria colectiva de quienes vivieron allí. ¿Quién se acordará de todo ello cuando sus últimos habitantes desaparezcan?”. Pese a todo, el periodista se niega a ser derrotista porque “no todo está perdido”.

Para darle la razón, un último hecho. El presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, natural del pequeño municipio de Morella, leyó el libro, lo presentó junto a su autor y acaba de anunciar la ‘Agenda Valenciana Anti Despoblament’, un plan de revitalización de la zona en esta comunidad. “Sólo por eso ya ha merecido la pena escribir el libro”, dice Paco Cerdà.